— BILBAO 2025 —
Fama y ego vs Trascender.
Sirva esta pequeña reflexión de un humilde fotógrafo como ínfimo homenaje a una persona que, sin saberlo, ha influido terriblemente en mi vida y del que me gustaría haber aprendido, aunque sea un poquito, sobre todo a nivel humano.
Siempre os hablo mucho de la importancia de los referentes. Son una herramienta imprescindible en nuestro desarrollo tanto a nivel personal como a nivel fotográfico. Creo que para muchos (muchísimos) fotógrafos Sebastiao Salgado fue (qué raro se me hace usar el pasado) una de esas personas que nos hizo crecer mucho en todos los niveles. Primero, claro, porque sus fotografías consiguieron llegar a muchos de nosotros a un nivel muy íntimo, pero, sobre todo, por cómo sus fotos le transformaron a él como personas y por cómo utilizó toda esa repercusión para conseguir algo que, para mí, es mucho más que tener éxito: Trascender.
Conocimos la muerte de Sebastiao el pasado viernes 23 y las redes se inundaron con millones de post en su recuerdo. Incluso algunos medios se hicieron eco de la noticia, que para ser un fotógrafo y cómo se nos trata, pues ya me parece la leche. Sin embargo, hoy domingo, apenas dos días más tarde, ya casi nadie habla de él.
Y, ojo, es normal.
No somos conscientes de lo jodidamente rápido que gira el mundo hasta que se nos para. Siempre recuerdo que cuando murió mi mejor amigo a mí se me frenó la vida. Recuerdo ir a hacer cosas de rutina, como estar echando gasolina o simplemente ir al súper a comprar y ver la velocidad de la gente en comparación con mi “desaceleración” y no podía entender cómo cojones yo mismo podía ir con ese ritmo de inconsciencia por la vida. Algo jodidamente gordo acababa de pasar y nadie parecía entenderlo a mi alrededor.
Obviamente, su muerte fue algo jodidamente gordo para mí. La gente de alrededor estaba en su vida. En su ritmo. En nuestro ritmo. Sebastiao consiguió desacelerar ese ritmo, aunque fuera durante los tres minutitos de escribir el post a muchas personas y eso solo lo hacen los que tienen éxito.
Y ya.
Te pasas toda la vida currando, siendo el mejor, pasando a la historia de tu sector y tu único regalo es que alguien se acuerde durante 3 minutitos de ti el día que te mueres. Visto así, la verdad, la perspectiva de ser un personaje de éxito a mí, personalmente, no es que me resulte ni atractiva ni rentable. Y eso pensando que solo unos muy poquitos elegidos tienen el nivel para conseguir algo ni medianamente parecido.
Como cuento en La Aventura de la Fotografía de Paisaje, la verdad es que fui consciente de esto desde muy pronto y simplemente es algo que no persigo. Primero porque dudo mucho de que tenga el gigantesco talento que hace falta para llegar ahí y, segundo, porque eso… No me parece que rente a la larga tanto sacrificio. Aprender a vivir sin esa exigencia, a mí, personalmente, me ayuda a disfrutar más de mi vida fuera de la foto, pero entiendo que hay gente que estas cosas le salen de forma innata.
Y el tema es qué haces con ello.
Porque, claro, si la única recompensa es la de los tuits homenaje, pues la verdad es que se queda corto, pero si tu inmenso talento le unes que eres una persona excepcional que entiende que lo importante no es tu éxito, sino tu legado, la cosa cambia muchísimo.
Por casualidad, el jueves estaba revisando un capítulo de El Ministerio del Tiempo (por qué cojones cancelaste esta puta maravilla, RTVE) en el que Velásquez está a punto de morir en el presente y se da cuenta de todo lo que le quedaba por hacer en el pasado. Cuando se salva in extremis, lo primero que hace es pedir material para pintar porque los museos no iban a ser lo mismo sin sus obras. Porque otros no podrían inspirarse en sus obras. ¿Te imaginas lo increíble que tiene que ser que tu trabajo trascienda siglos después y que viva en la admiración y estilo de personas que jamás vas a poder conocer? Y Sebastiao tiene (mierda, tenía) esto. Pero es que además hizo más.
Porque Salgado no solo deja un legado inmenso en los que nos maravillamos y soñamos con su trabajo y lo tenemos presente en el nuestro, Salgado dejó un legado físico de lo que se puede hacer como persona relevante lejos de su trabajo, pero gracias a su trabajo. Si no habéis visto La Sal de la Vida creo que hoy solo podéis hacerlo con suscripción en Filmin, pero de verdad que valdrá cada céntimo de euro que os gastéis. En ese documental se narra como la fotografía cambia al fotógrafo hasta darle tal perspectiva que le crea una necesidad física de HACER ALGO para ayudar. Para cambiar. Y Salgado y su equipo, en el que su mujer es tremendamente importante, por cierto, reforestan una superficie enorme devastada por el cambio climático. Una locura, una pasada… Un tremendo legado y una profunda enseñanza para todos: Nuestro trabajo no es solo ir a sacar las fotos. Nuestro trabajo es cuidar lo que fotografiamos, respetarlo y animar a otros a hacer lo mismo.
El viernes murió Salgado, pero Salgado vivirá siempre en nosotros. En nuestra mano está enseñar a los siguientes su trabajo, pero también su espíritu.
Goian bego, Sebastiao. Eskerrik asko denagatik.
Y si me aceptáis un consejo, permítanme el pareado…
¿Tú también eres fan de salgado? ¿Qué te ha aportado a ti?
¿Me lo cuentas en comentarios, por favor?
— BILBAO 2025–