— BILBAO 2021 —

A pesar de tantos madrugones a mis espaldas hay momentos que siempre se quedarán en mi retina.

Sábado aún de noche. Suena el despertador muy muy temprano. Es la cuarta vez esta semana. Me despierto fatal: Llevo toda la semana durmiendo fatal por el maldito/bendito viento Sur. La motivación empieza a flaquear ante 3 jornadas duras en las que los resultados no fueron los esperados ¿Por qué volverlo a intentar?.

Un «Vamos, al turrón» resuena en algún recoveco de mi mente. Creo que es algo innato, pero que he sido capaz de entrenar durante estos años a fuerza de maldecir haberme quedado en la cama para después descubrir que me había perdido un precioso amanecer. Sigiloso para no molestar a ninguna de las tres preciosidades que me dejan vivir a su lado, agarro el móvil y salgo de la habitación.

La persiana sigue golpeando contra el cristal. Hace mucho viento… Buena señal para las fotos. Abro el mapa satélite que me da información de lo que está pasando en tiempo real. Como aún no hay luz solo me queda fiarme del mapa infrarrojo, pero lo que veo me hace abrir mucho los ojos de golpe: La previsión se está cumpliendo a pies juntillas y promete un amanecer de escándalo. Las previsiones auguraban despertares de ensueño durante los días anteriores, pero, a la hora de la verdad, por una cosa o por otra, los resultados no habían sido demasiado brillantes.

Esta vez sí.

Seguro de mis posibilidades repaso el equipo antes de salir. No puede fallar nada y tras varios días haciendo muchas fotos hay que asegurarse de tener espacio suficiente en las tarjetas y tener baterías de sobra. Todo en orden: CIRCULE.

El spot elegido, en realidad, no está muy lejos de casa. En la zona norte, en invierno y con marea alta, las posibilidades de hacer un buen amanecer son más bien escasas con lo que una panorámica de Bilbao parece la mejor opción. No sé si por ser sábado muy temprano o por las restricciones de movilidad, pero no hay prácticamente circulación en la carretera. Aparco cerca del albergue, cargo todo el equipo y me dirijo andando a la localización.

La confirmación.

Por muchos mapas que miremos, por mucha previsión que tengamos, hasta que no vemos con nuestros ojos que las condiciones se están cumpliendo, siempre nos queda un punto de intranquilidad en nuestro interior. Not this time, darling. A pesar de estar aun a oscuras, la cámara ya era capaz de encontrar color en las nubes y eso es una señal casi inequívoca de que el amanecer será grandioso. 

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Y digo «casi» porque durante esta misma semana sufrí en mis carnes el desaliento de tener esta seguridad para, después no conseguir prácticamente nada en las horas en las que el sol debía colorear definitivamente el cielo. Por eso, aún seguía nervioso por ver si mis expectativas se cumplían o, de lo contrario, volvería de nuevo a casa con la misma frustración. 

El viento arreciaba al punto de volcar uno de mis trípodes. Siendo honestos es bastante estresante intentar hacer varias cosas a la vez (fotos, vídeos, stories…) teniendo que tener un ojo siempre en tu equipo para que no sufra daños. Además, la sensación de tener tanto viento estando expuesto, si ya de por sí es bastante molesta, con la mascarilla ya es una auténtica tortura. 

Por suerte, la sensación de estar ante algo muy top me hacía disfrutar, a pesar de todos los problemas.

LA hora de la verdad.

La luz empezaba a asomar y las cartas ya estaban echadas. No faltó un pequeño momento de pánico en el que todo pareció apagarse de repente. Los fantasmas de días anteriores parecían reírse en mis morros de nuevo, pero, por suerte, solo fue un pequeño susto para darle un poquito más de drama a la historia: Definitivamente, estaba ante un amanecer de los que se recuerdan mucho tiempo.

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La hora azul llamaba a la puerta y venía con extra de preciosas nubes moldeadas por el fuerte viento sur en altura. Las luces de la ciudad aún encendidas en una panorámica que aúna los 4 elementos sobresalientes del actual skyline bilbaíno desde esa perspectiva: Las torres de Basurto, San Mamés, la Torre Iberdrola y el IMQ. Estandartes de un nuevo y moderno Bilbao bajo el manto de un amanecer de ensueño.

La mascarilla apenas podía contener ya a estas alturas mi sonrisa.

here comes the sun, and it´s all right.

Reconozco que no soy muy fan de los Beatles, pero cada vez que veo asomar el sol, mi mente canta «Here Comes the Sun» para sus adentros sin que pueda ponerle remedio. Y definitivamente… Todo estaba bien. La cuadratura del círculo, tan difícil de presenciar, estaba ante mis ojos: Nubes diseñadas por el famoso arquitecto Viento Sur, horizonte despejado, luz suave de invierno y una ciudad rendida a sus pies.

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Se me hace muy muy difícil explicar la luz que tuve el placer de degustar durante largo rato. No es solo que el cielo se tiñera de unos tonos espectaculares, es que su reflejo en la ciudad la envolvía en una atmósfera casi marciana ensalzada por las luces de casas y farolas, aun encendidas. Los reflejos en las fachadas y cristales, los trails de los coches… Cuanto más miraba los resultados de la cámara, más gritaba cual energúmeno aprovechando la soledad del momento.

 

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Llega un momento en el que entras casi en trance. En el que cada foto que sacas te parece una barbaridad mejor que la anterior. Cuando la luz te hace entrar en esa rueda (esa bendita rueda) te restaña las heridas de todos esos días insulsos en los que te da la impresión de haber estado perdiendo el tiempo. No. No estabas perdiendo el tiempo: Estabas invirtiéndolo… Y hoy es día de cobro. 

un viaje a marte.

Parece una bilbainada, pero llegó un momento que, mirando las nubes, me acordé irónicamente del Perseverance pensando… «Pero para qué te has tirado 6 meses viajando por el espacio si teníamos Marte aquí al lado, hombre». Pocas, muy poquitas veces, el cielo nos regala estas combinaciones de rojos y naranjas impregnados en formas de locura, pero, cuando ocurre, el espectáculo es sobrecogedor.

Y sí… divago, Pero es que ya llevaba más de una hora comiendo viento a raudales y con el estrés de que no se cayera nada del equipo… Y FELIZ. Porque estos días te aportan luz y no solo en las fotos. La felicidad de conseguir unas imágenes tan impresionantes en tu propia ciudad te hacen inmensamente feliz… Y te preguntas qué estará haciendo en este instante la empresa a la que destinamos 7 millones de euros al año para la promoción turística de Bilbao.

SPOILER: Comiendo viento no estaban.

Sacudo la cabeza. Uno de los objetivos de este año es preocuparme menos por lo que no puedo controlar y centrarme en disfrutar de cada segundo. Miro al cielo, pienso tres segunditos en los míos que andarán por ahí arriba y disparo mi última pano. 

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la vuelta a casa.

No me cabe más felicidad en el cuerpo (y tengo mucho). Recojo con cuidado extremo los bártulos y compruebo con satisfacción que no he sufrido ningún tipo de desperfecto. Camino contento de vuelta al coche siendo consciente de lo especial de lo vivido. La ciudad empieza a despertarse. 

«Lo que os habéis perdido», pienso. 

No os preocupéis. Desayunad tranquilos. Lo tengo todo guardado en la cámara.

 — BILBAO 2021 —

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